viernes, 20 de septiembre de 2013


DÍAS DE PAJAROS.


La tarde equivocada

se vistió de frío.

 Detrás de los cristales,

turbios, todos los niños,

ven convertirse en pájaros

un árbol amarillo.

La tarde está tendida

a lo largo del río.

y un rubor de manzana

tiembla en los tejadillos.

Federico García Lorca

 

EDUCACIÓN. Esa palabra que nos convoca y a veces nos distancia, aquella que viaja con sus cargas emocionales por las aulas de clases y las miles de escaleras para llegar a un salón tanto como al otro. Esa palabra rebelde que se escuda en las miradas confusas de los estudiantes y las manos expertas de los profesores (o quizá al contrario), una palabra que grita, ensordece, se asusta, dicta y de vez en cuando libera.

La educación debe servirnos para redimir, para soñar, para llenarnos de esperanza y re-creer en los hombres, pero recordemos que no solo los maestros son quienes deben tener la batuta. La responsabilidad es de todos, estudiantes, padres de familia, administrativos, servicios generales, ¡TODOS! Que nos encontramos de manera súbita inmiscuidos en la vida de todos (disculpen la redundancia pero la siento necesaria), formando esa pequeña sociedad de cambio (y que si no funciona es una derrota colectiva). Sustituir muchos aspectos viciados de nosotros mismos, es la pregunta que me ronda a lo largo de las reflexiones sobre este escrito, ¿Cómo podemos creer y transformar una sociedad que se autodestruye? Como lo he venido diciendo a Jorge Esquivel (uno de los hombres mas gratos que he encontrado, ya que con él comprendí a William Ospina cuando dice que en la diversidad esta la riqueza cultural de este país), no es cuestión de izquierdas o derechas, es simplemente renovar nuestra tarea como sociedad, como maestros, como estudiantes y como padres de familia. Sabemos que la realidad es una ignominia de unos contra otros o de unos indiferentes de otros y hay es donde perdemos nuestro carácter de humanos, juzgando de manera lasciva los actos de otros, como si la perfección nos bañara con benevolencia, como si la formula alquimista de lo correcto la tuviésemos guardada, y eso es lo que nos da el derecho de juzgar, señalar y a veces hasta corremos el peligro de esquematizar los comportamientos de nuestros estudiantes y de nuestros compañeros. ¡No somos perfectos!, eso lo tengo muy claro, pero hay que ceder un poco, reconocernos en el otro, respetar la diferencia y buscar en comunidad las soluciones a nuestros problemas (no es tarea fácil, pero tampoco imposible), para eso esta la escuela, para eso los griegos se dieron a la tarea del liceo, para crear ciudadanos con criterio, con poder de decisión y de esa manera renovar su realidad, y si vamos al ejemplo de esa gran cultura antigua también recordemos que su apogeo lo causaron las guerras.

Educarse no es ir al colegio todos los días y hacer la pantomima del cuaderno y la nota en la planilla (eso lo sabemos muy bien), educarse no es presentar a tiempo los trabajos (esa es una labor de responsabilidad que estamos aprehendiendo). Educarse es respetar, resolver los conflictos con argumentos y darles soluciones contundentes (en el buen sentido de la palabra), es no sembrar rencores ni irrespetos entre nosotros, es poder saber que él o ella es diferente de mí, pero tiene los mismos derechos y por ende no merece ser violentado (por gustos musicales, forma de vestir, apariencias sociales, lo que publica en las redes sociales). Educarse es comprender que la palabra no sea un arma, porque el lenguaje no se puede concebir como una guerra. Entonces también empecemos a desarmarnos, cada uno. Dejar de hablar con violencia, decía alguna vez William Ospina que el mejor invento del ser humano ha sido el lenguaje y que precioso es poder comunicarnos y realizar ese ejercicio todos los días, pero sin vulnerarnos, opacarnos, y herirnos, renovar las pasiones del hombre, recrear las sensaciones del placer. Si decimos “mujer” sentir la palabra mujer hasta los huesos, o la palabra “amigo”, la palabra “dicha” o la palabra “llanto”; es en la escuela donde podemos descubrir la naturaleza del lenguaje y allí mostrarles a los estudiantes lo posible de la difícil vida o enterrarlos con ella en un futuro fracaso. Llorar a lagrima viva decía el poeta Mario Benedetti y respetar a los otros para respetarme a mi mismo el maestro Zuleta. Creo que de esa manera podremos labrar un camino juntos, construir una mejor institución o reconstruir las bases de nuestra escuela. Dejar las celdas que vemos todos los días y volar como pájaros ese árbol amarillo que vio Lorca, solo de esa manera seremos seres para la libertad y en ese momento una sociedad que no se dejará engañar.
 
FABIO ANDRES DELGADO
LIC. EN CIENCIAS SOCIALES
INSTITUTO MARMATOS 2013

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